Un campesino tiene que caminar cuatro o cinco kilómetros para buscar agua y un señor que tiene agua en su casa no encuentra motivos para salir a caminar. Cada realidad tiene su beneficio y su dificulta.
Todo ser viviente tiene un espacio real para ocupar, los componentes están unidos y equilibrados, Cuando abusamos y excedemos nuestros límites quebrantamos ese balance y desajustamos el orden universal que hay en las cosas.
El hombre es feliz cuando orienta su voluntad respetuosamente hacia la existencia; es tarea se cumple aquí y ahora con acciones claras y delimitadas. La cercanía entre el campesino y el producto de su labor es orgánica y espontánea y refuerza el vínculo de los materiales naturales con el hombre.
No tengo una idea romántica de la armonía, tengo una visión más cruda, donde la aceptación de la vida incluye la belleza y la ferocidad; entre ambas, día tras día, todos somos puestos a prueba.
La capacidad de simplificar la existencia cotidiana y de interpretar su ritmo no cómo una medida sino como una forma de existir en la tierra.