Los Pueblos de los Andes no caminan con ansiedad porque laten al ritmo de la tierra. Su atención está dedicada a mirar con total claridad la vida y confiar en la naturaleza de la muerte. Es muy triste para mí, encontrar en el campo civilizaciones y políticos que insisten en sofocar la naturaleza de las comunidades tradicionales. No hay educación formal que pueda sustituir el compañerismo que sienten estos pueblos con la madre tierra y esta alianza con las fuentes respresenta el punto de partida exacto para que la humanidad evolucione hacia días más saludables. Nuestro diseño burocrático ha establecido una carencia de valores naturales y una ausencia de intimidad entre los humanos y su tierra. Es necesario recuperar la sensibilidad de los antiguos valores, la calma de los pastores que andan por los cerros con sus ojotas a veces rotas, sus camisas descosidas y su alma entera como un templo. Pienso que la sencillez es una virtud. Siento que el silencio, el espíritu encuentra su más elevado arte.